SECRETOS DE FAMILIA
Esta semana pasó a sanción presidencial la ley que dicta normas para prevenir y sancionar las formas de violencia contra la mujer. Según las consideraciones generales de la ley: “esta iniciativa legislativa, busca exigir del Estado colombiano medidas eficaces y efectivas para sancionar, prevenir y en general erradicar la violencia contra las mujeres; reparar los efectos que dicha violencia ejerce sobre sus vidas y develar como la perpetuación de la violencia en su contra es una forma de mantener relaciones estructurales de subordinación, debido a las históricas relaciones desiguales de poder entre hombres y mujeres”.
Hay que aplaudir el resultado de un esfuerzo que puso de acuerdo a todas las mujeres parlamentarias pero que, además, tuvo detrás al movimiento de mujeres, la Mesa Por Una Ley Integral por El Derecho de Las Mujeres a Vivir una Vida Libre de Violencias, La Academia y el Sistema de Naciones Unidas en Colombia, entre otros actores.
Coincide esta noticia con la Campaña por la No Violencia Contra las Mujeres que lanzó la Mesa por la vida y la salud de las mujeres de esta ciudad, de la que hacen parte diversas organizaciones que promueven y defienden sus derechos. Se abre esta campaña con la inauguración de la exposición en la Alianza Francesa de la instalación titulada Secretos de Familia, de la artista pereirana, Yorlady Ruiz, que estará abierta desde el 13 de junio y durante todo el mes y continuará con conversatorios y otras actividades promoción de los derechos, hasta el 25 noviembre de este año, fecha en que se celebra el día de la No violencia contra las mujeres.
Yorlady Ruiz ha decidido combinar diversos lenguajes para denunciar el maltrato intrafamiliar. Como ella misma lo expresa: “Desde el fragmento de un poema, se dibujaba de manera constante un plato roto y en el fondo un rostro de una mujer”, su muestra habla de mujeres fragmentadas, mujeres golpeadas que han unido sus propios pedazos pero que ya nunca volverán a ser las mismas. En algunos de los testimonios grabados que la artista recogió para la exhibición se escuchan las voces de niñas y mujeres que ya han pasado por una larga cadena de maltratos de sus padres y sus compañeros sentimentales. Me queda el eco de una de ellas, quien al responder porque creía que su pareja la maltrataba dijo que talvez era una forma de demostrarle su amor.
Según la Encuesta Nacional de Demografía y Salud, 2005, El 94 % por ciento de las mujeres que han sido objeto de agresión física por parte del esposo o compañero en el departamento de Risaralada, se quejó de secuelas físicas o psicológicas como consecuencia de la golpiza. Ese es el porcentaje más alto del país. Eso significa que los hombres en Risaralda agraden con mayor sevicia a sus mujeres, y que los efectos de sus maltratos son más graves y permanentes.
Para muchas mujeres risaraldenses y colombianas, los hogares son trampas mortales, sus parejas son los verdugos de una sociedad silenciosa, cómplice, que hace que el horror de las patadas, los puños, los moretones, desmembramientos y hasta el asesinato sean solo Secretos de Familia.
MARÍA VICTORIA RAMÍREZ MARTÍNEZ
Corporación Contigo Mujer
Pereira, junio 12 de 2008
- Corporación Contigo Mujer
- Organización no gubernamental, feminista, de la ciudad de Pereira, Colombia, con personería jurídica desde 1999, que trabaja por los derechos humanos de las mujeres.
Integrantes
Bienvenidas y bienvenidos a nuestro blog. Encontrarán información sobre las actividades que desarrollamos en defensa de los derechos de las mujeres.
Junta Directiva
María Victoria Ramírez Martínez
Representante Legal
Liliana Herrera
Tesorera
Magola Vélez Granada
Secretaria
Junta Directiva
María Victoria Ramírez Martínez
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Liliana Herrera
Tesorera
Magola Vélez Granada
Secretaria
martes, 8 de julio de 2008
Acercamientos a Simone de Beauvoir
CONVERSATORIO: Acercamientos a SIMONE DE BEAUVOIR
Pereira, 18 de junio de 2008
Alianza Francesa
Pereira, 18 de junio de 2008
Alianza Francesa
La Corporación Contigo Mujer, se ha unido a la campaña por la no violencia contra la mujer lanzada por la Mesa por la Vida y la Salud de las Mujeres, a través de este conversatorio que busca aproximarse a la obra de Simone de Beauvoir. Quiero poner de presente, que no soy una experta Beauvoiriana y que lo de hoy es un acto de osadía. He realizado lecturas juiciosas de la obra en dos momentos de mi vida, uno cuando ingresé a la universidad en los 90s, era muy joven y apenas me asomaba a las luchas feministas y sociales tratando de entender muchas cosas; y la otra hace algunos meses cuando nos propusimos en la Corporación Contigo Mujer y la Red de Mujeres, afianzar nuestro bagaje teórico y con ello mejorar nuestro trabajo en la promoción y defensa de los derechos de las mujeres. También como columnista del periódico La Tarde he juzgado responsable proponer análisis y crítica desde bases teóricos sólidas. La obra de Simone de Beauvoir es una referencia bibliográfica obligada para cualquier feminista que se precie de serlo. Algunos han comparado la importancia de la obra de Simone de Beauvoir con la Evolución de las Especies de Darwin o el aporte de los trabajos sobre psicoanálisis de Freud y la valoran como un hito de la cultura humana porque proclama una verdad tan viva que siempre será necesario volver a ella.
Pero entre los antifeministas esta autora no goza de mucho prestigio, traigo a colación el fragmento de una columna publicada por Florence Thomas donde habla acerca de los comentarios que recibió de algún lector de su columna en el periódico El Tiempo, como un ejemplo de las pasiones que despierta Simone de Beauvoir: “Varias veces me han recomendado buscar un macho bien dotado como vacuna garantizada contra el feminismo. Me han tildado de sucia francesa, feminista patética y amargada, mujer insatisfecha y frígida; me han sugerido centenares de veces que me devuelva al lugar de donde venía, me han llamado hija de esa existencialista "puta" llamada Simone de Beauvoir, etc. Me han mandado en los foros virtuales a las llamas del infierno”. Como verán estos temas y en especial la figura de Simone de Beauvoir seguirá suscitando debates. Aquí sólo quiero citar a la misma Simone de Beauvoir que expresaba: “No nos dejemos intimidar pues por la cantidad y violencia de los ataques dirigidos contra las mujeres, ni enredar por los elogios que se dirigen a la “verdadera mujer”, ni convencer por el entusiasmo que suscita su destino en hombres que no querrían compartirlo por nada del mundo”.
Yo siempre recomiendo como armas efectivas contra el machismo, la claridad conceptual y el sentido del humor, porque el machismo tiene tanto de peligroso como de ridículo.
Les propongo la siguiente metodología: primero voy a dar lectura a una corta biografía de la autora que nos convoca, en segundo lugar, voy a presentar lo que considero más relevante del libro que escogí para esta ocasión y en tercer lugar abriremos la conversación.
Biografía:
Simone de Beauvoir nació en París el 9 de enero de 1908 y murió en esta misma ciudad el 14 de abril de 1986, fue novelista, filósofa existencialista y feminista. Nacida en una familia burguesa, Simone de Beauvoir fue educada según la sólida moral cristiana vigente en la época. Cuenta en sus memorias la fuerte impresión que le causó, en su juventud, descubrir el ocaso de la religión: dejar de creer en Dios era asumirse plenamente responsable de sus propias elecciones. En 1929, después de conocer a Jean Paul Sartre en la Sorbona, donde ambos estudiaban filosofía, se unió estrechamente al filósofo y su círculo. Con el tiempo, crearon entre ambos una relación que les permitía compatibilizar su libertad individual con la vida en conjunto.
Simone de Beauvoir fue profesora de filosofía hasta 1943 en escuelas de diferentes lugares de Francia, hasta que la ocupación alemana en París, a causa de la Segunda Guerra Mundial, la alejó para siempre de la enseñanza. Durante ese periodo vivió en la ciudad tomada, e integró el movimiento de la Resistencia Francesa. En su primera novela, La invitada (1943), exploró los dilemas existencialistas de la libertad, la acción y la responsabilidad individual, temas que aborda igualmente en novelas posteriores como La sangre de los otros (1944) y Los mandarines (1954), novela por la que recibió el Premio Goncourt; la cual se considera la más importante de todas sus obras.
Las tesis existencialistas, según las cuales cada uno es responsable de sí mismo, se introducen también en una serie de obras autobiográficas, cuatro en total, entre las que destacan Memorias de una joven de buena familia (también conocida como Memorias de una joven formal) (1958) y Final de cuentas (1972). Sus obras ofrecen una visión sumamente reveladora de su vida y su tiempo. Entre sus ensayos escritos cabe destacar El segundo sexo (1949), un profundo análisis sobre el papel de las mujeres en la sociedad y la construcción del rol y la figura de la mujer; La vejez (1970), centrada en la situación de la ancianidad en el imaginario occidental y en donde critica apasionadamente la marginación y el ocultamiento, y La ceremonia del adiós (1981), polémica obra que evoca la figura de su compañero de vida, Jean Paul Sartre.
Esta charla es una forma de celebrar los cien años de su natalicio, en otros lugares del mundo se le rinde tributo como en el Congreso Mundial Feminista que se realizará en Lisboa a finales de este mes.
En esta ocasión nos vamos a ocupar de la obra que reviste mayor importancia para el movimiento de mujeres feminista, es decir, El Segundo Sexo y de él solo abarcaré el primer tomo. En él Simone escribe profusamente sobre lo femenino y lo masculino en todas las etapas de la humanidad. Esta es una obra brillante, densa, juiciosa, en la que su autora se rebela contra la teoría del eterno femenino y contra aquellos que entristecidos murmuran: “la mujer se pierde, la mujer está perdida”. A lo largo de dos tomos maravillosos de 318 páginas, ella intenta responder a la pregunta “¿qué ha hecho la humanidad de la hembra humana?” y cómo se ha construido la supremacía del hombre sobre la mujer. El libro arranca con una explicación desde diversas disciplinas: la biología, el psicoanálisis, el materialismo histórico y la literatura de cómo hemos llegado a ‘la realidad femenina’ y los giros que han dado el cuerpo y el espíritu de la mujer a través de la historia y da luces para que hombres y mujeres encontremos un norte distinto en la construcción de nuestras relaciones y del qué hacer de cada uno en el mundo.
Su lenguaje es claro, sin superficialidades, dando permanentemente en el blanco de cómo el patriarcado se ha instalado en todos los confines de la tierra, en todos los sistemas políticos y económicos a través de mecanismos a veces sutiles, otras, explícitos, en la religión, la cultura, las leyes y las relaciones familiares. A su mirada no escapa ningún hilo que sostenga esta forma de subordinación.
Hay dos pecados que debo confesar: he deseado tener la voz de la cantante norteamericana negra Nina Simone y he envidiado a Simone Beauvoir, no precisamente por el atractivo físico de Jean Paul Sastre sino por la agudeza y la pluma de ella; me he tenido que conformar con escuchar a la primera, y leer y comentar a la segunda. Ahora sí entremos en materia.
Introducción
Reconoce la autora que vaciló mucho antes de escribir un libro sobre la mujer porque se había escrito mucho; pero que se atrevió porque las muchas tonterías que se habían escrito acerca del problema, no lo habían aclarado. ¿Qué es una mujer? ¿Lo que se ha dado en llamar la feminidad dónde radica, en el útero, en los ovarios, en la falda o en algún hálito misterioso?
Es evidente que ningún ser humano puede ubicarse más allá de su sexo, es decir, de esa biología con que lo ha dotado la naturaleza. Existen hembras y machos. Y cuando hablamos de la humanidad “saltan a la vista dos categorías de individuos: hombres y mujeres cuyas ropas, rostros, cuerpos, sonrisas, aires e intereses son manifiestamente distintos”.
Entre estas dos categorías de individuos no se han establecido relaciones de paridad. En la electricidad, por ejemplo, existe un polo negativo y uno positivo que tienen igual importancia en la conformación de la materia. En el caso de la raza humana, el hombre ha representado lo positivo y lo neutro, como cuando al referirnos a la humanidad se habla, por ejemplo, de los derechos del hombre para indicar que son los derechos de hombres y mujeres; así se expresa tanto en francés, idioma en el que se publica originalmente la obra, como en español.
Desde el punto de vista de los hombres, que son quienes han descrito biológicamente a la mujer, ésta se encuentra atrapada por su anatomía (ovarios, hormonas, útero) lo que le impide aprehender el mundo de manera objetiva. De esa manera el hombre niega que él también sea un cuerpo dotado de hormonas y glándulas sexuales, como los testículos y que puede ser presa de su propia subjetividad. Sin embargo, como el hombre se ha dado a sí mismo la condición del Sujeto, lo esencial es él, él es Objetivo, él es lo Absoluto, mientras que a la mujer le ha designado como el Otro, lo inesencial, el objeto.
El hecho de que el hombre plantee a la mujer como Otro debería producir una reacción de ésta como Sujeto. Sin embargo, ella se ha sometido a ese punto de vista extraño, el del hombre. La pregunta de Simone es entonces: ¿De donde viene esa sumisión de la mujer?
“Si la mujer se descubre como lo inesencial que nunca vuelve a lo esencial, es porque ella no ha operado esa vuelta”. Contrario a lo que los enemigos del feminismo plantean, esa vuelta no apunta a convertir al hombre en lo inesencial, a convertirlo en objeto, sino a darle a la mujer el lugar de Sujeto, de esencial, es decir, a acceder al mundo en igualdad de condiciones (pag. 12). Pero las mujeres no han pasado de una agitación simbólica, y han logrado sólo aquello que los hombres les han querido conceder. Las mujeres no han hecho causa común porque están dispersas entre los hombres sujetas a los intereses de ciertos hombres, padres, maridos, etc, sujetas a sus religiones, sus instituciones, su condición social. Si son burguesas son solidarias con los burgueses y no con las mujeres proletarias, si son blancas con los hombres blancos y no con las mujeres negras. Esto lo explica porque las mujeres no han tenido los medios concretos para agruparse en una unidad que se plantearía al oponerse. No existe como en los proletarios o los negros en sus luchas emancipatorias un pasado común, una historia, una solidaridad de trabajo o intereses.
La mujer no se ha negado a ser el otro porque negar la complicidad con el hombre significaría renunciar a las ventajes que le puede conferir aliarse con la casta superior. El hombre la protegerá materialmente, justificará su existencia y le evitará el riesgo metafísico de enfrentarse a su propia libertad y tener que darle sentido propio a su existencia. Este es por supuesto un camino equivocado porque mutila y elimina toda posibilidad de una existencia auténticamente asumida.
Suponiendo que como en pasajes oscuros de la historia, un grupo pretende el exterminio de otro: caso de la persecución a los judíos, o los negros, o de las revoluciones, en el caso de la disputa hombre - mujer (porque es un tema de poder), sería impensable que las mujeres decidiesen el exterminio de los hombres porque el exterminio de los machos supondría el exterminio de la especie, aunque hoy con los debates del banco de semen, criogenización, etc., algunos podrían plantear que se puede prescindir de los machos, eso no es del todo cierto, pero además, tiene en mi opinión un problema ético profundo y nunca ha sido un postulado feminista.
“La división de los sexos es un hecho biológico, no un momento de la historia”, pero la forma como se relacionan que le ha conferido la supremacía al hombre ha sido un devenir, entendido éste como todas las formas del llegar a ser, del ir siendo, del cambiarse, del acontecer, del pasar, del moverse[1]; ha sido, en síntesis, una construcción histórica y es por ello susceptible de transformarse. Lo expresa muy bien la autora en el segundo tomo de la obra diciendo: “No se nace mujer: llega una a serlo”.
Ese privilegio del hombre sobre la mujer ha sido considerado por éste como “fundado en lo absoluto y en la eternidad”. Por esto las leyes han favorecido a su sexo, puesto que han sido concebidas, redactadas y aplicadas por éstos y han sido elevadas a la categoría de principios (Pág. 18).
Pero el hombre no puede darse el lujo de discriminar sin sustentar que ésta se basa en la inferioridad de la mujer. Para ello entonces ha apelado a la teología, a la filosofía, a la biología, a la psicología, etc. Simone lo explica entonces como un “mecanismo de justificación” que el opresor extrae del hecho creado, es decir, que como la situación de la mujer la ha postrado en la incapacidad, de esta situación extrae que es efectivamente incapaz. (Pág. 20). ¿Incapaz para qué? Para muchas cosas, se nos acusa de ser malas conductoras, no ser aptas para las matemáticas, de falta de racionalidad, etc.
Desde la perspectiva de la moral existencialista, que la autora adopta como referencia y actitud, propone una explicación sobre la situación de la mujer en el mundo; cómo trascendencia e inmanencia, es decir, cumplimiento de la libertad o degradación de la existencia en sí, son las dos caras de la moneda de la relación entre hombres y mujeres. Simone de Beauvoir descarta la existencia de un destino fisiológico, psicológico o económico de la mujer y aborda el problema desde la perspectiva de la mujer lo cual es novedoso porque hasta ese momento, la mujer había sido estudiada, descrita y escrita desde la perspectiva de los hombres: “Todo cuanto ha sido escrito por los hombres acerca de las mujeres debe considerarse sospechoso, pues ellos son juez y parte a la vez”[2].
Dice que hacer lo contrario carecería de sentido, en mi opinión, sería escribir desde el punto de vista masculino, desde donde se ha escrito la historia, la mayoría de la literatura, la filosofía, y en general la visión del mundo que nos ha correspondido conocer.
DESTINO
En la primera parte del libro que ella denomina destino, la autora discute tres puntos de vista acerca de la mujer: el de la biología, el psicoanálisis y el materialismo histórico.
La biología
Acerca del destino biológico de la mujer, manifiesta que “la chispa viviente no está encerrada en ninguna de las dos gametas”[3] (células sexuales), ambas son simétricas en lo que tiene que ver con activar el mecanismo de una nueva vida, ambas son esenciales, en esa fusión ambas desaparecen y se superan. Indudablemente ambos sexos son funcionalmente distintos: las mujeres están dotadas para la maternidad, presentan períodos menstruales, sufren partos dolorosos, etc.; la fuerza muscular de la hembra humana es en general inferior a la del macho, el tamaño de su cuerpo y órganos es menor, la reproducción le impide por períodos relativamente largos, disponer de sí misma. Pero todas esas diferencias biológicas no son suficientes para explicar porque la mujer es el Otro y no el Sujeto y porque hasta el momento no se ha desafiado ella misma a un mitsein[4].
Pero si el cuerpo de la mujer no basta para explicarla y mucho menos cómo los hombres la han explicado biológicamente, la explicación desde el punto de vista psicoanalítico es menos satisfactoria a los ojos de De Beauvoir. Freud define la libido como de esencia macho negando la existencia de la libido femenina o cuando más presentándola como una desviación compleja de la libido humana en general, entendiendo ésta como la libido del hombre. En contraste, Simone describe el erotismo femenino como algo mucho más complejo; según la autora, la sexualidad de la mujer atraviesa por dos etapas eróticas: una en la infancia que es clitoridiana y otra en la pubertad que es vaginal y alerta del peligro que la mujer corre en no alcanzar la plena madurez sexual. La crítica de Simone de Beauvoir a Freud también se dirige a la explicación que éste da del complejo de Edipo y su equivalente femenino, el de Electra. Freud supone que la mujer se siente un hombre mutilado al constatar que no posee un pene. Sin embargo, la autora afirma que la descripción del complejo de Electra no se inspira en la descripción de la libido femenina porque Freud nunca se ocupó de ella sino que hizo un calco de la libido masculina. En una humanidad de supremacía masculina, el falo cobra importancia no en sí mismo sino porque simboliza una soberanía que se ejerce en otros dominios. Afirma de Beauvoir: “si la mujer lograse afirmarse como sujeto inventaría equivalentes del falo”[5].
Resume entonces la trampa del psicoanálisis en el siguiente párrafo: Si un sujeto no reproduce en su totalidad la evolución considerada como normal, se dirá que la evolución se ha detenido en marcha, y se interpretará esa detención como una falta, una negación, y nunca como una decisión positiva. Se explica siempre al individuo en vinculación con su pasado y no en función de un porvenir hacia el cual se proyecta. Por ello desde el punto de vista de los hombres (psicoanalistas hembras o machos) se consideran como femeninas las conductas de enajenación y como viriles aquellas en las cuales un sujeto se plantea como trascendencia. El psicoanálisis nos describe a la mujer dividida entre conductas viriloides y femeninas. Y cuando se dice viriloides, podría entenderse como una burda imitación del hombre. A esto Simone responde que se encuentran vacilantes entre el papel de Objeto que les es propuesto y la reivindicación de su libertad.
El materialismo histórico
Una tercera mirada del problema hombre-mujer la hace desde el materialismo histórico y reconoce que éste: “ha puesto en evidencia verdades muy importantes. La humanidad no es una especie animal: es una realidad histórica”. Sin embargo, cuando intenta explicar la subordinación de la mujer por su falta de acceso al trabajo y promete que en el socialismo “no habrá ya hombres ni mujeres, sino solamente trabajadores iguales entre ellos” se queda corto porque en el fondo de la pérdida del rol económico preponderante de la mujer en el paso del régimen comunitario a la era del bronce o la era de la agricultura extensiva lo que subyace es el imperialismo de la conciencia humana, una voluntad de dominio. Disiente Simone de la idea del materialismo histórico de integrar todo a lo social olvidando por ejemplo que hay aspectos humanos imposibles de reglamentar como por ejemplo el instinto sexual y el erotismo y lo expresa así: “hay en el erotismo una rebelión del instante contra el tiempo, de lo individual contra lo universal”; así mismo critica como equivocado el camino de la supresión del individuo en aras del bien colectivo.
(Págs. 71 y 72).
Reconoce de Beauvoir que el materialismo histórico ha puesto en evidencia que: la sociedad humana es una antífisis(lo opuesto a la naturaleza); no sufre pasivamente la presencia de la naturaleza sino que quiere y hace lo posible por dominarla.(Pág. 76) La situación de la mujer no está determinada entonces, sólo por su biología o su sexualidad, sino por el entorno económico y social en el que se encuentra situada. El camino de la supresión del individuo, en aras del bien colectivo, y la negación de los dramas del ser también es equivocado si de lo que se trata es de la emancipación de la mujer. En general, las organizaciones políticas de izquierda han pospuesto las reivindicaciones femeninas porque han vendido del espejismo de que con la supresión de las clases o la consolidación de regímenes más democráticos vendrá como consecuencia la igualdad para la mujer. Rusia y otros regímenes socialistas para no mencionar los capitalistas, prueban todo lo contrario. Muchas mujeres feministas lo han entendido y por ello se han apartado de las organizaciones que en principio se mostraban como más permeables a sus reivindicaciones, pero que a la hora de concretarlo en sus estructuras internas, sus programas y estatutos se quedaron solo en la promesa.
En épocas primitivas la debilidad física de la mujer constituía una inferioridad flagrante, pero la técnica vino a anular la diferencia muscular y a situar esa cualidad viril (la fuerza) en un segundo plano. En lo que tiene que ver con la maternidad esa inferioridad será mayor o menor dependiendo de las exigencias de la sociedad a la mujer en cuanto al número de hijos que ésta debe procrear, de acuerdo con las necesidades económicas, de seguridad, guerras, revolución industrial, latifundio, etc Lo que sucede es que las relaciones del hombre con sus semejantes no han sido exclusivamente de amistad, de lo contrario no podría explicarse ninguna forma de sujeción. Existe allí una pretensión de dominio que no se puede explicar por la aparición del bronce que influyó en la pérdida de la mujer de su rol en la economía, puesto que el hombre se apropió y controló una esfera que dominaban las mujeres (la agricultura de supervivencia) y el inicio de la agricultura extensiva. Pero esta nueva exigencia no brota del encuentro con el bronce y las nuevas herramientas sino que es una consecuencia del imperialismo de la conciencia humana. A lo sumo, a lo que puede llegar la humanidad es a encerrar a la mujer en situaciones en las que la maternidad sea su único camino, pero obligarla a tener hijos es imposible.
HISTORIA
Las explicaciones del psicoanálisis, la biología y el materialismo histórico no le satisfacen. Así que sigue indagando sobre qué le ha permitido al hombre el privilegio de realizar su voluntad de dominio sobre la mujer.
En principio la excesiva fecundidad de la mujer la mantuvo al margen del crecimiento de los recursos y era el hombre quien garantizaba el equilibrio entre la reproducción y la producción. (Pág. 88). Para las hordas primitivas los niños eran una carga por ello se realizaban cuantiosos infanticidios. Los trabajos domésticos que se le asignaron a la mujer eran los únicos conciliables con las cargas de la maternidad, pero estas actividades la encerraron en la repetición y en la inmanencia. Entre tanto el hombre es guerrero, se eleva por encima del animal al arriesgar su vida: la humanidad acuerda superioridad al sexo que mata y no al que engendra porque al exponer su vida por la horda, o por el clan, obtiene un prestigio porque trasciende. Su vida cobra importancia no en sí misma sino porque la habita un proyecto, un sentido y no la repetición. Al decir de Martin Heideger, trasciende esa frontera de la naturaleza y su vida tiene un sentido que no puede interpretarse sino con las categorías de la cultura, porque es un ser del tiempo, es un ser histórico por antonomasia; en síntesis la existencia del hombre no se le da hecha, como a los demás seres, sino que se le da para que la haga.
El problema aquí surge para la mujer cuando es excluida de la trascendencia porque su vida no lleva en sí sus razones sino las del macho. Se convierte ésta en la cómplice de sus logros, los del hombre, y no en el artífice de los propios.
Con la aparición de la propiedad y el surgimiento del trabajo agrícola a la mujer se le confía esa responsabilidad. La humanidad al desconocer como se activa el mecanismo de la vida, y cuál es la participación del macho en la procreación, cómo se engendran los hijos, le asigna a la mujer un poder divino, misterioso que se asocia con su capacidad de dar a luz y de hacer brotar frutos de los campos. Esto la sitúa no en una operación creadora sino mágica. Y esta aparente situación de privilegio de la que goza la mujer mientras se le asignan las tareas agrícolas decae en el momento en que el hombre logra la conquistar la agricultura intensiva, triunfa sobre la naturaleza debido al conocimiento que adquiere de nuevas herramientas, es el salto de la piedra al bronce. Según de Beauvoir, han sido los hombres quienes han creado e impuesto sus divinidades, las mujeres los han adorado, han asumido los roles que les han asignado y les han retirado a su conveniencia, en ningún tiempo ella ha impuesto su propia ley.
Desde tiempos antiguos los códigos y las religiones han tratado a la mujer con hostilidad. El patriarcado queda definitivamente establecido desde le momento en que el género humano eleva hasta la redacción escrita sus mitologías y sus leyes, demostrando con ello el temor al Otro que es la mujer. (Leer párrafo 2 Pág. 106)
El destino femenino pasa por una evolución del destronamiento de ésta con el advenimiento de la propiedad privada y se confunde con la historia de la herencia. El hombre ha tenido que resolver un problema: cómo hacer de su esposa una sirvienta y compañera a la vez. En los tiempos primitivos no hay revolución ideológica más importante que la que sustituye la filiación uterina por la agnación (parentesco de consanguinidad entre descendientes de un mismo tronco de varón en varón); en ese momento la madre es relegada al rango de nodriza, de sirvienta y se exalta la soberanía del padre que transmite y retiene los derechos.
El sometimiento de la mujer es mucho más antiguo que la esclavitud y se origina en la voluntad de perpetuar la familia y mantener intacto el patrimonio. En épocas medievales, el matrimonio viene a garantizar la sucesión de los bienes puesto que la mujer ya no es prestada de un clan a otro sino que es anexada al de su esposo, ella misma forma parte del patrimonio del hombre, primero de su padre y después de su marido. El patriarcado al hacerse fuerte, le arranca a la mujer los derechos sobre la tenencia y transmisión de bienes y castiga duramente el adulterio por que se tiene como el peor de los crímenes arriesgar el dar los derechos de herencia a un vástago extranjero.
El libro es exhaustivo en su recorrido por la historia y la situación de la mujer frente a las leyes en las distintas sociedades, desde la época primitiva, pasando por la época romana y la revolución francesa hasta los regímenes fascista alemán y comunista ruso describiendo la situación de la mujer en las sociedades musulmanas todavía feudales, en las capitalistas y en las socialistas.
Plantea que la historia, esa historia que ella escudriña a profundidad, muestra que los hombres han tenido siempre todos los poderes concretos pero han añorado un ideal de mujer que ella resume en las palabras del poeta Bebel: El hombre quiere que no sólo el corazón de alguien palpite por él, sino también que sea la mano que enjuga la frente y establezca la paz, el orden, la tranquilidad y una silenciosa autoridad sobre sí mismo y sobre las cosas que encuentra cada día al volver a su casa; quiere a alguien que expanda, por sobre todas las cosas, ese inexpresable perfume de mujer, que es el calor vivificante del hogar”. Es evidente que el papel que la mujer ha permitido que se le asigne pasivamente, ha presentado contradicciones a lo largo de la historia. Nos han idealizado en los poemas, nos han demonizado en los códigos y mitos, nos han amado, nos han temido. Pero siempre hemos representado cuestiones intangibles, entidades abstractas. “La mujer no representa sus instituciones políticas ni sus riquezas económicas, pero encarna su pulpa carnal y su maná místico al mismo tiempo”.
Aquí quiero hacer un paréntesis para una reflexión. ¿Cuántas veces no nos hemos encontrado con mujeres que por haber gozado de ciertos privilegios en la sociedad argumentan que nunca han sido discriminadas y que las reivindicaciones feministas son llantos de plañideras? Simone les reclama a estas Mujeres que refuerzan el sueño del hombre de ser hacer de la mujer una intermediaria entre la naturaleza objeto, extraña al hombre, que se toma y se explota y frente a la cual se encontraría completamente sólo y un cuasi-semejante, y digo cuasi porque no encarna el silencio de la naturaleza pero tampoco le exige el reconocimiento recíproco de su libertad.
En su análisis de la mujer como mito colectivo y su expresión en la literatura, Simone cita numerosos escritores y filósofos:
Recojo algunas de las citas misóginas que presenta el libro:
Platón: agradecía a los dioses el beneficio primero de haber nacido libre y no esclavo y segundo haber nacido hombre y no mujer. (18)
Pitágoras: Hay un principio bueno que ha creado el orden, la luz y el hombre, y un principio malo que ha creado el caos, las tinieblas y la mujer.
Aristóteles: El principio del movimiento, que es macho en todos los seres que nacen, es mejor y más divino.
La hembra es hembra en virtud de cierta falta de cualidades.
Demóstenes: Tenemos hetairas para los placeres del espíritu, rameras para el placer de los sentidos y esposas para darnos hijos”.
Tertuliano: Mujer eres la puerta del diablo. Has persuadido a aquel a quien el diablo no se atrevía a atacar de frente. Por tu culpa tuvo que morir el Hijo de Dios; deberías ir siempre vestida de duelo y harapos.
San Juan Crisóstomo: “No hay ninguna bestia salvaje tan dañina como la mujer.
Santo Tomás: El hombre es la cabeza de la mujer, del mismo modo que Cristo es la cabeza del hombre. Es un hecho que la mujer está destinada a vivir bajo la autoridad del hombre, y que no tienen ninguna autoridad por sí misma.
De la edad media por ejemplo:
San Agustín: La mujer es una bestia que no es ni firme ni estable. ; es rencorosa ante la confusión de su marido, se nutre de maldad y es comienzo de todos los pleitos y justas, y camino de toda iniquidad.
Suprimid las prostitutas y turbareis a la sociedad con su libertinaje.
Johnson en Inglaterra en época de Virginia Wolf escribía sobre las mujeres escritoras: son como un perro que camina con las patas de atrás: eso no está bien, pero es asombroso.
Balzac: El destino de la mujer y su única gloria es hacer latir el corazón de los hombres. La mujer es una propiedad que se adquiere por contrato; un bien mueble, porque la posesión vale título; en fin, hablando propiamente, la mujer no es más que un anexo del hombre”. … La mujer casada es una esclava a quien hay que saber sentar en el trono.
Moreau: “las mujeres ricas no son las únicas que miran la propagación de la especie como un engaño del viejo tiempo, y esos secretos funestos, desconocidos de todo animal que no sea el hombre, ya han penetrado en el campo, y se engaña a la naturaleza hasta en las aldeas”. 1778 para referirse al coitus interruptus.
Proudhon: Amamos demasiado a las mujeres para dejarlas votar, están en un pedestal que no desciendan.
Hitler: La presencia de una mujer deshonraría al Riestag.
Kierkegard: “Ser mujer es algo tan extraño, complicado y confuso que ningún predicado llega a expresarlo, y los múltiples predicados que se quisiese emplear se contradicen de tal modo que sólo una mujer lo podría soportar.
Nietzche: La materia inorgánica es el seno materno. Estar liberado de la vida es volverse verdadero, es perfeccionarse. Quien comprendiese esto consideraría una fiesta volver al polvo insensible.
Michel Leiris: Por lo general tiendo a mirar el órgano femenino como una cosa sucia, o como una herida, no menos atractivo por eso, pero peligroso en sí mismo como todo aquello que es sangriento, mucoso y contaminado.
Pero talvez lo que me resulta más inquietante y retador de este primer tomo de El Segundo Sexo es que a la responsabilidad por aquello en lo que ha devenido la mujer no escapa la mujer misma. La mujer ha conseguido, como todos los oprimidos, esclavos, servidores, indígenas, todos aquellos que dependen de los caprichos de un amo, disimular su objetividad, aprender la hipocresía y ocultar cuidadosamente sus verdaderos sentimientos. Ha aprendido a mentir, a ser astuta, prudente y comedianta. Esa ha sido su arma para la supervivencia puesto que los caminos a la trascendencia han estado obstruidos para la gran mayoría de ellas. En una interpelación muy cruda, Simone de Beauvoir dice que las mujeres no hacen nada y no se hacen ser nada, es decir, se han resignado a no ser sujetos y por tanto ante la pregunta de lo que son queda el silencio como respuesta. Ella ha estado al margen del mundo, y su misterio solo recubre el vacío.
Releer a Simone de Beauvoir, luego de 15 años ha sido una experiencia espléndida y como siempre un reto intelectual muy importante. Constato que es una obra de absoluta vigencia que debe interpelar a las nuevas generaciones a “destruir la infinita servidumbre femenina” a vernos y tratarnos como iguales a otorgarle a ese 52% de la humanidad la libertad a la que tiene pleno derecho. Para ello tanto hombres como mujeres deberán asumirse en su intersubjetividad. “Rechazar los mitos no es destruir toda relación dramática entre los sexos, no es negar los significados que se revelan auténticamente al hombre a través de la realidad femenina, no es suprimir la poesía, el amor, la aventura, la dicha, el sueño, sino pedir tan solo que las conductas, los sentimientos y las pasiones se funden sobre la verdad”[6].
El hombre tiene por ganar una gran batalla consigo mismo y es la de establecer una relación humana con la mujer, la de no afligirse por reconocerle su libertad y aceptar el llamado a hombres y mujeres a “afirmar sin equívocos su fraternidad” sobre la base de que la mujer no negocie su derecho a que sus dominios se extiendan a todo el universo.
Muchas gracias,
María Victoria Ramírez
Corporación Contigo Mujer
[1] J. Ferrater Mora. Diccionario de filosofía Vol 1. Alianza Editorial, Pág. 783.
[2] Cita de Poulain de la Barre con la que inicia el libro El segundo sexo,Vol. I.
[3] El segundo sexo Vol. 1. Pág. 36.
[4] Mitsein: neologismo introducido por Martin Heidegger, filósofo alemán, que significa literalmente ser con, es decir, coexistencia.
[5] El segundo sexo Vol I. Pág. 71.
[6] El segundo sexo Vol. 1. Pág. 316.
lunes, 7 de julio de 2008
Presentación de la obra de Simone de Beauvoir, El segundo sexo Vol 1.
Ponencia presentada en el Conversatorio sobre Simone de Beauvoir, en Pereira el 18 de junio de 2008
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