Tratando de encontrar tema para esta columna pensé en el reciente estreno de televisión “Las muñecas de la mafia”, y en un adjetivo que describiera ése y otros programas del mismo semblante. ¡Extravagante!, me dije. Pero al consultar el diccionario de la RAE, me encontré con lo siguiente: “Que se hace o dice fuera del orden o común modo de obrar”.
Sin embargo, observando detalladamente la estética que se ha apoderado de esta ciudad, el modo en que la gente habla, la manera en que esta ciudad ha ido maquillando su pobreza o construyendo sus gruesos patrimonios, y hasta adquiriendo un nuevo dialecto, salta a la vista que “Los textos del Capo”, de “Sin tetas no hay paraíso”, o de “Las muñecas de la mafia” no son una extravagancia sino que retratan, de cierto modo, el estilo y la vida cotidiana de al menos buena parte de la sociedad pereirana, y también de la colombiana.Me he impuesto el penoso trabajo -para mí- de ver algunos capítulos de esas series, solo con el propósito de hacer exégesis; pero ha sido difícil mantenerse frente al televisor sin sentir repulsión. La escena de Amparo Grisales vestida de colegiala, tratando de seducir a su ex marido, un mafioso con hebilla dorada al cinto y camisa de seda estampada, que la observa (lascivamente) retorcerse sostenida de una columna estilo griego y, acto seguido, ella, en una acrobacia casi inverosímil, estira hacia él su tonificada pierna y afirma con un ronroneo: “todavía te gusto”, es sencillamente grotesca.Abundan en estas series los diálogos cargados de la jerga de los carteles. “Yo lo que quiero es un ‘duro’ que me mantenga” o esa “hembrita me la corono yo” son algunas de las frases que conforman el ‘gran esfuerzo literario’ de los libretistas y que son lo que se podría escucha en cualquier esquina de nuestra ciudad, expresiones que no exaltan precisamente la pujanza y el amor por el trabajo que tanto enorgullecen a nuestra “raza paisa”.Estos programas me dejan la sensación de que en lugar de alejar a las nuevas generaciones del narcotráfico, la prostitución y la superficialidad, por el contrario son una exaltación de esos antivalores y de esa antiestética que me sumergen por momentos en una especie de alucinación monstruosa, en la que un día seremos arrasados por un tsunami de plomo y silicona.
MARÍA VICTORIA RAMÍREZ MARTÍNEZ
*Corporación Contigo Mujer
Consulte la versión en inglés de este artículo en la siguiente página:
http://wiesubags.wordpress.com/2009/10/04/tsunami-of-bullets-and-silicone-tits/#more-1754
Sin embargo, observando detalladamente la estética que se ha apoderado de esta ciudad, el modo en que la gente habla, la manera en que esta ciudad ha ido maquillando su pobreza o construyendo sus gruesos patrimonios, y hasta adquiriendo un nuevo dialecto, salta a la vista que “Los textos del Capo”, de “Sin tetas no hay paraíso”, o de “Las muñecas de la mafia” no son una extravagancia sino que retratan, de cierto modo, el estilo y la vida cotidiana de al menos buena parte de la sociedad pereirana, y también de la colombiana.Me he impuesto el penoso trabajo -para mí- de ver algunos capítulos de esas series, solo con el propósito de hacer exégesis; pero ha sido difícil mantenerse frente al televisor sin sentir repulsión. La escena de Amparo Grisales vestida de colegiala, tratando de seducir a su ex marido, un mafioso con hebilla dorada al cinto y camisa de seda estampada, que la observa (lascivamente) retorcerse sostenida de una columna estilo griego y, acto seguido, ella, en una acrobacia casi inverosímil, estira hacia él su tonificada pierna y afirma con un ronroneo: “todavía te gusto”, es sencillamente grotesca.Abundan en estas series los diálogos cargados de la jerga de los carteles. “Yo lo que quiero es un ‘duro’ que me mantenga” o esa “hembrita me la corono yo” son algunas de las frases que conforman el ‘gran esfuerzo literario’ de los libretistas y que son lo que se podría escucha en cualquier esquina de nuestra ciudad, expresiones que no exaltan precisamente la pujanza y el amor por el trabajo que tanto enorgullecen a nuestra “raza paisa”.Estos programas me dejan la sensación de que en lugar de alejar a las nuevas generaciones del narcotráfico, la prostitución y la superficialidad, por el contrario son una exaltación de esos antivalores y de esa antiestética que me sumergen por momentos en una especie de alucinación monstruosa, en la que un día seremos arrasados por un tsunami de plomo y silicona.
MARÍA VICTORIA RAMÍREZ MARTÍNEZ
*Corporación Contigo Mujer
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