SIN LÍMITES
Parece que el presidente Álvaro Uribe y su gabinete no tuvieran ningún límite ni político ni ético. Las dos más recientes decisiones, una frente a la emergencia social (multar a los médicos por ordenar exámenes o citas con especialistas) y la otra, dirigida a los estudiantes de las universidades de Medellín, así lo dejan ver.
Quedé atónita al escuchar la propuesta de pagarles a los estudiantes universitarios por formar una red de cooperantes al interior de la Alma Máter, en lugar de ofrecerles nuevos puestos de trabajo en las áreas en las que se están formando. No había salido de mi asombro cuando vi la reacción de uno de los estudiantes que manifestaba en tono malevo: “no vamos a arriesgar la vida por tan poca plata”, y me pregunté si ese estudiante estaría dispuesto a arriesga su vida o a perderla si el pago fuera mayor, como los sicarios que se inmolan para garantizarle una casita a la madrecita. Para rematar mi estado de estupefacción, el ex ministro de defensa y candidato presidencial, Juan Manuel Santos, se manifiesta a favor de la propuesta y expresa que a los informantes, es decir, a la delación (otros dirían a los ‘sapos’), se les debe el éxito de la Política de Seguridad Democrática.
Hay algunas cosas que me hubiera gustado ver en todo este episodio: que el Alcalde de Medellín se hubiese opuesto rotundamente a semejante propuesta, en el momento mismo de escucharla y no como sucedió, que al día siguiente dijese que no había caído en cuenta de la inconveniencia de la misma, que no había alcanzado a ‘masticarla’. Dudo que Alonso Salazar, un investigador social y político, no se hubiese percatado al instante del adefesio que salía de la boca del Presidente. Otras voces salieron de inmediato a advertir que tal propuesta violaba las normas del derecho internacional humanitario, que era claramente vincular a la población al conflicto, etc.
Tanto en el caso de los informantes como en el de la interferencia en el ejercicio profesional de los médicos para favorecer a las EPS, los grandes ausentes son los ciudadanos. Creo que lo que está sucediendo ameritaría que la gente estuviera en la calle protestando contra estas medidas o, incluso, buscando mecanismos mucho más creativos para revertir esas decisiones. Haría falta en medio de esta ceguera millonaria (porque según una encuesta televisiva, casi el 40% apoyan la iniciativa de los informantes) personas que conservaran la lucidez -como en el libro de Saramago, esto es, la estatura ética suficiente al momento de ejercer la libertad y enfrentarse a los mecanismos de poder, o en palabras de Kant, la mayoría de edad o la capacidad crítica- y con ello el poder de identificar el horror que esconden propuestas como estas, decidirse a oponerse y gritar con el Libro de las Voces: “Aullemos, dijo el perro”, hasta lograr que la salud deje de ser un negocio, los enfermos dejen de ser clientes y la población civil se quite el camuflado.
MARÍA VICTORIA RAMÍREZ MARTÍNEZ
Corporación Contigo Mujer
Pereira, enero 30 de 2010
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